viernes, 6 de mayo de 2016

TIMANFAYA

Aunque sea tan conocido Lanzarote y en concreto este tesoro de las Montañas de Fuego para la ciencia y el turismo, personalmente prefiero que me lo cuento quién lo vió y vivió en primera persona. De paso, que ofrezco para su deleite, algunas fotos que hice en mi visita al Timanfaya.

Y dice el cura parroco de Yaiza, D. Andrés Lorenzo Curbelo:

«El 1º de Septiembre (de 1730) entre las nueve y diez de la
noche la tierra se abrió de pronto cerca de Timanfaya a dos
leguas de Yaiza. En la primera noche una enorme montaña se
elevó del seno de la tierra y del ápice se escapaban llamas que
continuaron ardiendo durante diez y nueve días. Pocos días
después un nuevo abismo se formó y un torrente de lava se pre-
cipitó sobre Timanfaya, sobre Rodeo y sobre una parte de
Mancha Blanca. La lava se extendió sobre los lugares hacia el
Norte, al principio con tanta rapidez como el agua, pero bien
pronto su velocidad aminoró y no corría más que como la miel.
Pero el 7 de Septiembre una roca considerable se levantó del
seno de la tierra con un ruido parecido al del trueno, y por su
presión forzó la lava, que desde el principio se dirigía hacia el
Norte a cambiar de camino y dirigirse hacia el NW y WNW.
La masa de lava llegó y destruyó en un instante los lugares de
Maretas y de Santa Catalina, situados en el Valle. El 11 de
Septiembre la erupción se renovó con más fuerza, y la lava
comenzó a correr. De Santa Catalina se precipitó sobre Mazo,
incendió y cubrió toda esta aldea y siguió su camino hasta el
mar, corriendo seis días seguidos con un ruido espantoso y for-
mando verdaderas cataratas.
 En la primera foto el lugar a la izquierda donde se hacen las demostraciones del calor que esixte bajo los piés. Y un coche blanco en la distancia. En esta imagen detalle de la lava solidificada que cayó y enterro poblaciones enteras.
Pequeñas localidades llenas de vida y que se vieron terminar su mundo y su vida en un instante. De las que no quedó ni rastro.
En la foto se ve el autobus lleno de pasajeros casi cubierto por las paredes de lava, y que al circular entre las paredes que lo cubren a tramos, dan una idea de la magnitud de la tragedia, y a la vez un poco de miedo, sabiendo que el fuego y la amenaza siguen vivas y muy cerca.
Es curioso, como ante la enorme desolación del paisaje casi lunar sin signos de vida, unos hablan de final por la destrucción y otros de vida por el renacer del nuevo mundo desde las cenizas. Y la verdad es que entre navegar por este terreno en autobus ó dromedario, la presencia y uilidad del animal da cierto consuelo a la soledad. Uno se reconforta se acomoda en la joroba y le cae la mar de simpático el animal por esa vida que desprende.
Pasa lo mismo que cuando el ojo capta los primeros brotes verdes en medio del desierto de roca. Que para el resto de fotos uno deja de lado la desolación de la roca y se enamora del verde que empieza a crearse en el desastre.
 Y don Andrés el parroco sigue escribiendo con precisión durante los dias en que esto sucedía, de los volcanes que nacen, los pueblos que desaparecen y hasta de los peces que se cuecen literalmente en el mar al llegar la lava.

Y que se presenta en infinidad de colores y texturas de forma que dan a este Parque Natural un alto valor para geólogos y vulcanólogos. La verdad es que el acceso está muy restringido al turismo a fin de preservar esta riqueza científica. Solo hay rutas a pi y en bici, pero no en automobil, y los turistas nos conformamos con el paseito en dromedario y estos buses naranjas, que parecen a veces comidos entre la escoria.

 La verdad es que la visita de un día es muy poca. La fragilidad de un mundo que termina como un trueno, y de los cientos y miles de años necesarios para que se genere vida, no se "captan" en unas pocas horas. Ni hablar. Aquella película antigua "El turismo es un gran invento" es mentira. Para los comerciantes si, pero para enterarse de algo cuesta mas.
No es un parque temático, es real. Son siglos de vientos y soles, ausencia total de agua dulce y un equilibrio tan frágil que asusta. El viento ha traido la vida desde el norte de Africa  casi donde nos encontramos, y a la vez ya ha desgastado muchas aristas de montañas y alguna espora y semilla.
Primero han sido líquenes como estos amarillos, y de muchos colores mas, los que han colonizado la roca pelada y dura. Y de momento creo que se cuentan solo unas doscientas especies de plantas.
Estos pequeños puntos de verdor hay que pensar que sobreviven solo con la humedad que trae el viento del mar y poco mas, porque la lluvia en este desierto es muy excasa y casi imposible de retener al no haber un suelo fértil.
Precisamente por estas características han existido dos animales providenciales para la vida de los pobladores de estas tierras. Uno la cabra por su tremenda utilidad viviendo en climas áridos y proporcionando leche, carne, cuernos, pieles etc y comiendo de milagro.
El otro el dromedario, el cual llegó nadando desde la costa africana amarrado a las barcas que medio manejaban aquellos marineros de secano sin nociones de navegación ningunas.
Para aquellos primitivos, sin duda norteafricanos, que ni conocian la rueda, ni tejían, y que solo sabemos que eran altos y fuertes, la vida era de milagro. Y si encima contamos con los secuestros por parte de piratas, es dificil que los turistas ocasionales se enteran del todo. Pero hay mas.
En este siglo se producen una nueva erupción en 1824, de
las que también existen documentos escritos de testigos pre-
senciales. Entre ellas destaca la del cura de San Bartolomé,
don Baltasar Perdomo, en el que explica la actividad de los
tres volcanes que surgieron: Tao, Volcán Nuevo del Fuego
y Tinguatón. Los procesos eruptivos comenzaron el 31 de
Julio de 1824, en el volcán de Tao. Le siguió el volcán

Nuevo del Fuego (también llamado Chinero) el único repre-
sentante de esta fase eruptiva situado dentro de lo que hoy
es el Parque Nacional de Timanfaya, con una erupción al
parecer muy violenta. Por último el volcán de Tinguatón
hizo erupción un anochecer. La actividad volcánica cesó
hacia el 25 de Octubre de ese mismo año.
Aquí es don Baltasar, el cura de San Bartolomé, el que nos pone en mano una cronica imparcial y exacta de lo que vivió en directo.  Otra tragedia cada vez mas cercana y que va formando este paisaje lunar y extraordinario.
Y de nuevo la cronica terrible de otra tragedia similar y casi en los mismos términos asepticos de uno de los que sobrevivieron al desastre.
Que casualmente también es clerigo y que sin embargo escribe como notario sin hacer votos a dios ni al diablo, ni ver virgenes ni castigos divinos.

Lo que escriben estos lo copio de la guia oficial del parque de Timanfaya, y a lo mejor no se ajusta exactamente al original. Pero con esta salvedad lo que leo es que no le encuentro nada que denote los sentimientos de los narradores.
Pensando en esta historia real y grandiosa, para mi, y no se si seré el único, esa fila de dromedarios con todo su color parece ser engullida por la ceniza negra y desaparecer como aquellos de entonces sin dejar rastro.
 Yo desde luego sería incapaz de simplificar en una linea como la de esa duna el final de una caravana de vidas tan prometedoras. Es terrible. La tierra se traga a si misma y ...¿ya está?
Me niego. Prefiero detener la imagen al borde de la extinción de la vida. ¿O será eso que dicen de que pasa tu vida por delante en fracciones de segundo?. Lo único que se sabe es que la tierra no devuelve a los que acoge al final.
Pienso que quizas la durísima vida de aquellas gentes en aquella isla y en ese tiempo, ni siquiera encaontraran explicaciones en creencias religiosas ante la magnitud de la naturaleza. Quizás el miedo, ó puede que la tremenda inseguridad les llevara a contar lo justo sin añadir ni quitar opiniones ni sentimientos.
Solo sabemos porque los hombres de ciencia nos lo enseñan, que  de aquella desolación, y en cualquier rincón donde la piedra le de cobijo, parece de nuevo la vida. Cualquier hongo primero aprovecha la piedra y asociado a un alga basica, da lugar a un liquen que empieza a colorear de vida el desierto mas absoluto si hay oxígeno.
Por fin las plantas verdes empiezan a aparecer y a iluminar la sombras. Viendo estas fotos donde sentía la necesidad de sacar verde para animar el espiritu, parece que aquello fuera un vergel, pero no. Es porque la escasez de vida es muy dura a no ser que uno viva en la luna ó en un planeta de esos de los que solo tenemos fotos.
Tampoco fotografío gente porque no veo la forma de acoplar en un paisaje así a la masa multicolor y la algarabía del turista actual. y menos con niños a los que no les dicen bastante lo que están viendo y donde están.
 Desde luego hay que decir que la excelencia turística se la tiene ganada de sobra la gente de cualquier nivel que se ocupa del turismo. Que por otra parte es el único sustento por ahora de los lanzaroteños y lanzaroteñas. El minimo deterioro de este fragil ecosistema acabaría con la isla y casi todas las Canarias. Porque si, son Afortunadas pero duras de mantener.
Y una observación última, visto lo visto, y en mi humilde opinión, es la necesidad ó casi obligación de enseñar esto a los escolares y jóvenes. Creo que deben conocer en directo este comienzo y final de la vida, para que entiendan didacticamente como funciona, y lo que les conviene. El futuro de todos está en que sepamos extraer enseñanzas de donde no hay casi nada.
¿Lunatico? tampoco sabeis si alguna foto es de la Luna.